sábado, 5 de noviembre de 2011

Escapando del infierno

(Sexta entrada, final)

Estábamos consientes que no podíamos quedarnos ahí, pues en cualquier momento alguien podría entrar a la oficina y descubrir el cadáver del oficial Walker.  Sin pensarlo más decidimos escapar, pero no iba ser tan sencillo. En medio de la oscuridad de la noche nos escabullimos hasta llegar a las barracas donde me obligaban a dormir.

Dentro de las barracas nos encontramos con Fernando, quien era mi compañero de barracas. Le conté lo que había pasado, y que era hora de poner el plan de escape en marcha.  Fernando le explico los riegos a Samanta, pues no todos podríamos salir de aquel lugar con vida.

Fernando era uno de los encargados de la lavandería, y pudo obtener un uniforme militar. Le explicamos a Samanta que desde hace unos días habíamos estado observando los movimientos de los soldados, sus tiempos de salida y entrada, que hacían los francotiradores, cuando cambiaban de turno y  cuál sería el mejor momento para escapar. Aunque pudiéramos burlar a los soldados y lograr salir del lugar; había dos problemas mucho peores: las minas alrededor del lugar y los francotiradores en los techos.

En resumen el plan era el siguiente: hacerse pasar por un soldado, abordar un vehículo con el pretexto de una transferencia de prisioneros (Samanta y Fernando), salir  a toda velocidad tirando la malla de la puerta, burlar los disparos de los francotiradores y pedirle a Dios que saliéramos con vida.

Samanta no parecía estar muy de acuerdo con el plan, pues pensaba que era una locura. Pero no teníamos mucho tiempo; en cualquier momento podían descubrir el cadáver del oficial, y buscar a la última persona que estuvo con él. El plan se puso en marcha, todo iba bien, pero antes de poder abordar el vehículo reconocieron a Fernando, y sonaron las alarmas.

Se escucharon disparos, habían a acribillado a  Fernando, trate de ayudarlo pero sus últimas palabras fueron: “Cuídate mucho mi hermano, y recuerda que es preferible morir de pie que vivir de rodillas”. Samanta y yo subimos al vehículo a toda prisa, y por un milagro no volamos en mil pedazos.
Cuando parecía que lo habíamos logrado; recibí un disparo en el brazo izquierdo a causa de un tirador…

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