domingo, 30 de octubre de 2011

Convirtiéndome en héroe y asesino

(Quinta entrada, Final)







Habían pasado ya dos días desde que me trajeron a este lugar, y no sabía nada de mi familia. Al mismo tiempo trataba de sobrevivir; cada día nos trataban de peor manera. Éramos castigados por casi todo lo que hacíamos, pues por el simple hecho de ser judíos merecíamos ese trato y hasta la muerte según los soldados católicos.

Desde la promulgación de la Ley Para la Protección de la Sangre y el Honor Católico parece ser que el mundo para los judíos se había terminado, ya que por medio de los periódicos nos enterábamos de las atrocidades de los católicos hacia el pueblo judío. Genocidios, saqueos y violaciones eran permitidos en el mundo, pues se decía que los católicos descendían de Dios y eran perfectos en todo, y dada esa perfección podían hacer lo que ellos quisieran sin repercusión alguna.

La noche del 25 de septiembre del 2011, es una fecha que jamás voy a olvidar, ya que aquella noche se me había asignado la tarea de barrer la oficina del oficial Walker. Pasaban de las 10 de la noche, cuando el oficial entró con una linda jovencita de aproximadamente 19 años. Tenía rasgado el vestido y moretones en la cara. Se me ordenó salir de la oficina; no pasó ni un minuto cuando se comenzarón a escuchar gritos de ayuda.

Traté de ignorar los gritos de aquella joven, y dirigirme a mi catre pero no pude; regresé a la oficina para ayudar a la joven, sabía que podría morir, pero no podía sacar de mi mente aquellos gritos de desesperación y auxilio. Cuando entré a la oficina el oficial Walker estaba sobre la joven; este se volvió de inmediato y me ordenó salir de ahí. Sin pesarlo más tomé un bolígrafo que se encontraba sobre el escritorio, y se lo clave una y otra vez en el cuello.

Con sangre en las manos, le pregunté su nombre a aquella joven, a lo que ella contesto tartamudeando: “Samanta... Mi nombre es Samanta”. Segundos después me abrazó dándome las gracias por lo que había hecho. Me preguntó mi nombre, y cuando estaba por decírselo, tocaron a la puerta de la oficina.

Estaban a punto de entrar, le ordené a Samanta que se escondiera tras el escritorio. Tomé el arma, del oficial y me acerque a la puerta mientras escuchaba: “Comandante Walker, tenemos un comunicado para usted. ¡Abra!”. Al dar por sentado que nadie se encontraba en la oficina; se marcharon. 

Volví; con Samanta quien aún estaba muy alterada por lo que había pasado, mientras que yo me daba cuanta que había matado a un oficial y que tarde o temprano me matarían por ello.

2 comentarios:

  1. Me gusta el tono narrativo que adquiere la entrada, pero hay que cuidar la puntuación, sobre todo en los diálogos. Lo oral es lo más difícil de puntuar, mas si no se puntúa correctamente, el lector va a perderse.

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